Gestión informativa de las catástrofes [Essay]
17/06/05 ,Reflexiones sobre la gestión informativa
de las catástrofes marítimas
Juan Freire
Grupo de Recursos Marinos y Pesquerías
Facultad de Ciencias, Universidad de A Coruña
6 Junio 2005
¿Por qué las
catástrofes requieren una gestión diferente?
Los últimos meses y años han sido, por desgracia, pródigos
en catástrofes naturales de diversa naturaleza que han puesto a prueba nuestros
sistemas de previsión, respuesta temprana, ayuda humanitaria, restauración
ambiental y recuperación socioeconómica. A pesar de las idiosincrasias propias
de cada catástrofe (causas, condicionantes socioeconómicos, instituciones involucradas),
de todas ellas se pueden desprender enseñanzas de gran interés para el futuro.
Así como la experiencia de otras catástrofes puede sernos
extremadamente útil, los sistemas de gestión y organización diseñados para
“tiempos normales” suelen ser de utilidad limitada. Y esto es así por una serie
de características que comparten las catástrofes naturales, y que las
diferencian de otros problemas con los que se enfrentan la sociedad y los
gobiernos: previsibles de un modo muy limitado y sólo estadísticamente tanto en
el espacio como en el tiempo; medios de respuesta casi siempre escasos respecto
a la magnitud de los daños; una tendencia inicial al pánico por parte de la
ciudadanía; y un déficit de conocimiento científico y técnico para evaluar
daños y dirigir
respuesta. Aún así, estas características no deberían ser
utilizadas como justificación de la inacción; más bien todo lo contrario, se
necesitan recursos pero también un modelo organizativo eficiente y flexible.
Todos estos requerimientos significan un esfuerzo especial (y poco “rentable”
en tiempos normales), para el que las autoridades políticas suelen estar
escasamente predispuestas.
A la complejidad de la gestión de una catástrofe se une la
complejidad de nuestras sociedades, difíciles de controlar y organizar. Por ambas
razones, los modelos de gestión adaptativa, que aprenden de la experiencia y se
modifican (adaptan) sobre la marcha, son cada vez más relevantes como sistemas
de gobierno en situaciones nuevas y caracterizadas por una gran incertidumbre.
Pero, en general, las instituciones públicas, presentan grandes inercias
burocráticas que les impiden dar respuestas rápidas a entornos cambiantes y
utilizar eficazmente la información y experiencia que ellas mismas y el resto
de la sociedad civil pueden aportar (en el caso de catástrofes, prácticamente
en tiempo real).
En cualquier caso, la información juega un papel crucial en
la prevención y respuesta a catástrofes y por tanto la gestión de la
información va ser determinante del éxito o fracaso.
El papel de la
información: poder duro vs. poder blando
En muchas ocasiones las autoridades públicas siguen creyendo
en la utopía del control total de la información y de las acciones de respuesta
a una catástrofe. Suelen olvidar que las sociedades democráticas tienen
mecanismos de toma de decisiones colectivas por los ciudadanos que funcionan de
forma autónoma. Las administraciones deben asumir esta realidad, que debería
alegrarles como ejemplo de madurez social, y actuar en consecuencia. Por el
contrario, y la catástrofe del Prestige
supuso un buen ejemplo, el poder político suele actuar como un poder duro que intenta establecer un
control férreo y jerárquico de la información, utilizando a la sociedad civil
(y a sus componentes relevantes como ONGs, científicos, etc) sólo como
apéndices útiles para articular acciones concretas dirigidas siempre “desde
arriba”.
Pero, a pesar de los intereses políticos más o menos
confesables, nuestras sociedades están escasamente jerarquizadas y forman redes
en las que la información es ubicua y juega un papel organizativo clave. Así los
medios de comunicación aparecen como actores principales constituyendo un poder blando. Ellos son los que, al
menos hasta el momento, seleccionan y amplifican los problemas que acaban
preocupando a los ciudadanos y los que, de una forma difusa, acaban conformando
la opinión y la toma de posición de los ciudadanos. Por tanto, entender el
comportamiento de los medios es fundamental para comprender la respuesta
ciudadana a las catástrofes. Finalmente la respuesta política acaba estando
también influida por lo medios, dado que los políticos acaban actuando como
respuesta al estado de opinión social que, a pesar de sus esfuerzos, ellos no controlan
al menos totalmente.
El tratamiento de la información científica y técnica en la prensa
Una parte de la información en juego en una catástrofe tiene
una naturaleza científica y técnica (recordemos a modo de ejemplos el comportamiento
químico del fuel del Prestige o los
sistemas de predicción climatológica y su aplicación potencial a los tsunamis). Los medios de comunicación
suelen tratar esta información de un modo parcial introduciendo diversos sesgos
motivados por el interés mediático que, en muchas ocasiones, no se acopla
adecuadamente con la importancia objetiva de los hechos.
En primer lugar existe un claro problema de horizontes
temporales. Los medios se mueven en el corto plazo (días y en ocasiones unas
pocas horas) mientras que muchos daños derivados de una catástrofe y la mayor
parte de los estudios científicos sólo son observables y realizables en el
medio y largo plazo (meses y, en general, años). En segundo lugar, existen sesgos
en los temas de interés para los medios: ¿los más importantes social, económica
o ambientalmente?, ¿los más urgentes?, ¿los más atractivos mediáticamente?
Finalmente, muchos de los problemas suscitados son intrínsecamente complejos y
difíciles de explicar; ante esta situación o bien son obviados o bien se
simplifican peligrosamente favoreciendo interpretaciones populares erróneas. En
general, todos los problemas que implican un riesgo son difícilmente
comprensibles por la población: no existen certezas, sólo una probabilidad más
o menos precisa, de que un determinado suceso ocurra o no. El caso de la
seguridad alimentaria en las mareas negras puede ilustrar este problema. Los
criterios de seguridad alimentaría se establecen en función de la relación
compleja entre múltiples factores que incluyen datos científicos objetivos
(pero que en sólo se conocen de modo parcial o son muy difíciles de medir) y
decisiones “arbitrarias” sobre los niveles y tipos de riesgo admisibles. Unamos
todos estos factores, situémoslos en una crisis y entenderemos las dificultades
de, primero, tomar decisiones, y segundo, explicar esas decisiones a la sociedad. Y en esa
explicación el papel de los medios es imprescindible.
Por si el problema no fuese suficientemente complejo, y
volviendo a algo ya comentado anteriormente, nos movemos en redes sociales con flujos
de información multidireccionales. Ni las autoridades políticas cuentan con
todo el conocimiento (ni están dispuestas a proporcionarlo), ni los medios se
deben restringir a una única fuente “oficial”. A pesar del escaso interés
mediático por la información científica, en casos de crisis los medios acuden a
la comunidad científica “independiente” buscando respuestas, muchas veces rápidas
y simples, a los problemas suscitados. Pero, ¿cuál es la relación de los científicos
con los medios?: normalmente se mueven entre el miedo a la banalización o
simplificación excesiva y la necesidad de ayudar en la resolución de problemas.
La escasa cultura de divulgación científica de calidad y su poca experiencia en
foros públicos suele retraer a los científicos a posturas más cómodas y menos
arriesgadas (inhibirse o apoyar acríticamente y en la sombra a las autoridades).
Por otra parte, se suele acudir a los científicos esperando
la verdad absoluta. Pero no existe la ciencia objetiva y aséptica. Toda
investigación, desde su diseño y financiación hasta su difusión contiene
elementos con una intencionalidad o susceptibles de ser empleados
políticamente. Esto nos lleva a otro problema: ¿Como evaluar la calidad de la
ciencia que se utiliza para informar a los ciudadanos?. Los medios deberían
contar con asesores científicos, con una relación de confianza mutua asentada
en un trabajo previo. Complementariamente, sólo la diversidad de opiniones científicas
puede permitir generar una opinión completa y robusta.
El uso de la información científica por los propios científicos
Pero las necesidades informativas ante una catástrofe no se
restringen a la comunicación con la sociedad o la organización de respuestas de
emergencia. Los propios científicos en su trabajo de evaluación y respuesta
requieren del uso de información científica y técnica. Esta información, aunque
en muchas ocasiones existe, no suele estar disponible para su uso, al menos en
España. Vivimos en una paradoja poco conocida pero muy grave. Buena parte de la
información científica que se genera con fondos públicos no está accesible para
su uso por la sociedad. En el mejor de los casos, esta información se hace pública como artículos
científicos en que se resumen resultados, pero no se aportan los datos originales.
En el peor de los casos, la información permanece oculta en los archivos
privados de centros, grupos de investigación o científicos individuales. Y en
general el científico no tiene mayor interés en dificultar el acceso,
simplemente no existe una infraestructura organizativa y administrativa que lo
permita; las autoridades nunca se han preocupado de la posible utilización para
el bien común del trabajo que ellos mismos han financiado.
La solución a esta paradoja podemos encontrarla al otro lado
del Atlántico. Países como EEUU cuentan con una legislación y unas
instituciones públicas que garantizan la existencia de bases de datos abiertas
y públicas que recopilan los resultados de investigaciones científicas y que se
ofrecen para su uso libre en nuevos estudios. Estas bases proporcionan la
infraestructura informativa adecuada para por ejemplo el desarrollo de trabajos
urgentes de evaluación y lucha contra la contaminación. Por el contrario, en España, ni tan siquiera la infraestructura cartográfica básica
(elemento imprescindible en respuestas a catástrofes) es accesible (ni mediante
pago previo en muchos casos). Podíamos resumir esta situación con una ironía
muy real. Hoy en día es más fácil obtener datos cartográficos y ambientales de
una localidad cualquiera de Florida o Iowa que de cualquier ría gallega. Los
datos americanos puede usted conseguirlos gratis desde su casa con una buena
conexión de banda ancha. Para obtener los datos gallegos debe identificar a su
interlocutor (tarea casi siempre imposible), solicitarlos y esperar (a menudo
indefinidamente) una respuesta, sólo para descubrir semanas o meses después que
alguna oscura ordenanza o reglamento impide su utilización pública. No debemos
preocuparnos por estos impedimentos, cuando obtenemos una respuesta ya la
catástrofe ha finalizado.
El papel emergente de
las tecnologías de la información y del periodismo ciudadano
Pero, a pesar de todo lo dicho anteriormente, posiblemente
gran parte de las enseñanzas de la catástrofe del Prestige (iniciada en Noviembre de 2002) no sean válidas a día de
hoy. Las tecnologías de la información y, en particular, Internet, la telefonía
móvil y las herramientas de software social están modificando (inviertiendo)
los flujos de información y descentralizando su control. El tsunami que asoló el Índico en Diciembre
de 2004 marcó la puesta de largo pública de los “periodistas ciudadanos” (“grassroots journalists”). Ciudadanos
“normales” que “armados” con acceso a la red o teléfonos móviles y blogs y wikis pueden difundir a todo el mundo textos, imagen y sonido de la
información que consideren relevante. En el caso del tsunami del Océano Índico, estos “nuevos medios” permitieron
organizar la localización de víctimas y desaparecidos y la asignación eficiente
de una parte de la ayuda humanitaria. Muchas de estas iniciativas fueron
espontáneas y auto-organizadas. La colaboración y ayuda mutua están en la
propia naturaleza humana y las nuevas tecnologías están simplemente ayudando a
eliminar las barreras que antes impedían este tipo de respuestas.
¿Cómo deben actuar las instituciones y los medios
tradicionales ante esta nueva forma de gestión de la información? Puede surgir
la tentación del control o de la indiferencia. Mucho más rentable y oportuna puede
ser la incorporación de estos nuevos sistemas de información tanto en los
protocolos de gestión de catástrofes (por primera vez se pueden gestionar
ágilmente y en tiempo real los datos proporcionados por un elevado número de
personas distribuidas en la zona geográfica afectada) como en la difusión de la
información a la
sociedad. Las alianzas entre medios tradicionales y los
informadores amateurs pueden ser
especialmente útiles para proporcionar una información relevante, diversa y en
tiempo real.
Algunas reflexiones para
la gestión de la información científica tras la catástrofe del Prestige
La catástrofe del Prestige
supuso una crisis social y generó un movimiento de contestación muy importante.
En este sentido, el clima sociopolítico existente en las primeras semanas y
meses después del inicio del vertido creó, sin lugar a dudas, unas condiciones
totalmente inadecuadas para el trabajo científico, poniendo de manifiesto al
mismo tiempo las limitaciones que la organización de la ciencia española y gallega
imponen a la hora de dar respuesta a problemas de este tipo. La actividad científica estuvo
en ciertos momentos en el centro del debate público y de los enfrentamientos
políticos, y las actitudes y respuestas de los científicos fueron condicionadas
por este contexto sociopolítico. Posiblemente, esta situación ha creado el peor
contexto posible para la realización del trabajo científico.
Los efectos ecológicos de una marea negra (y sus
consecuencias socioeconómicas) dependen de multitud de factores de difícil
predicción, lo cual da pie, en un caso como este, a valoraciones totalmente
contrapuestas debidas a especulaciones basadas en información parcial y/o
intereses sociopolíticos más o menos legítimos (desde la precaución para no
producir alarmas innecesarias, a la ocultación interesada de información con el
fin de proteger una determinada acción política o sector económico). Además, el
nivel de interés social disminuye casi exponencialmente con el tiempo, mientras
que la obtención de información objetiva requiere de plazos largos, y es
precisamente en la primera fase donde las valoraciones tienen un carácter más
especulativo.
Dos ejemplos de acciones de comunicación nacidas en el seno
de las universidades y centros de investigación constituyen buenos ejemplos de
algunos de los fallos existentes en la gestión informativa por parte de las
autoridades públicas y los métodos tradicionales. Profesores de la Universidad
de Vigo crearon el 21 de Noviembre de 2002 una página web "co obxectivo de
recoller, de forma rigurosa e
obxetiva, información técnica e
científica sobre a marea negra producida polo Prestige", ante la falta de información oficial. Esta página
se constituyó rápidamente en una referencia para el seguimiento de la marea
negra mediante las aportaciones de diversos científicos y la síntesis de
información y monitorizaciones de instituciones francesas, portuguesas y
españolas. Por otra parte, 422 científicos marinos españoles de todo tipo de
instituciones publicaron una carta en la revista Science en la que presentaban un análisis de las
claras evidencias científicas que desaconsejaban el alejamiento del buque y que
permitían predecir fácilmente la trayectoria de la marea negra. Esta carta
generó una abundante polémica tanto en los medios de comunicación como a nivel
político al denunciar un hecho muy concreto y estar avalada por un elevado
número de profesionales. Todo esto sucedió hace menos de tres años; no es
difícil imaginar la repercusión que este tipo de respuestas podrían tener hoy
en día utilizando de un modo inteligente las nuevas tecnologías de comunicación
y el software social en auge.
En un plano más técnico, es evidente hoy en día que se
necesitan sistemas de gestión de la información existente sobre los recursos
naturales y ecosistemas de las zonas de interés. En la actualidad la
información existente sobre estos aspectos es importante cualitativa y
cuantitativamente y potencialmente muy útil, pero su escasa sistematización
hace muy difícil un acceso rápido. En este sentido, no existen iniciativas de
creación y mantenimiento de bancos de datos de acceso abierto sobre ecosistemas
y recursos marinos, ni tan siquiera cartografías digitales de acceso abierto.
Estas herramientas son imprescindibles para poder tomar decisiones rápidas y bien
informadas por parte de los gestores y grupos de trabajo en situaciones de
crisis.
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